jueves, 20 de diciembre de 2012

ARDO

Te muestras desnuda, tibia, linda, niña, sentada en un sillón de nube frente a mi y de la pierna cruzada que cuelga de tu rodilla se balancea mi tiempo, mi espacio, mi vida.
Un cigarro descansa en tu pequeña mano soltando un azulado humo que desgarra la etérea luz blanquecina, cual silbido en el silencio, lengua de hiena lamiendo heridas.
Tus tímidos senos me observan al igual que tus negros ojos. Me examinan poco a poco y una leve sonrisa desde tu pálida faz me lo ha mostrado todo.

Yo me muestro desnudo, acabado, dolido, tirado frente a ti...arrinconado sobre una fría pared de acero y de mi pecho brota vida...huracanes de liquido flamable que solo muestran los corazones cansados de exhibir heridas y pasa el tiempo y pasa la vida y pasa Dios y tus piernas se mueven y ese andar que será mi ultimo aliento, frente a mi se detiene.
Humo sale de tu boca y Dios por la ventana pega un salto y de tus dedos resbala la chispa necesaria para maquinar la vida ó demoler los astros.

Aun sonríes, tibia, linda, niña....

Ardo.

lunes, 13 de junio de 2011

ANGELICA






El mundo sigue en penumbras.
Los edificios se derrumban cual construcciones a base de naipes
y hay buitres vigilándome desde el cielo.
...pero también esta Angélica con su tibio aliento
que me cobija haciéndome caer en un sopor de felicidad.

El arma sigue cargada
y el filo resplandece esperando un momento sin cobardía
y Angélica me mira desde esos enormes ojos negros
envolviéndome en una oscuridad diferente,
en una oscuridad que no mata, que no miente.

La Tierra sigue en silencio.
En China los perros colgados sienten pasar la vida
insolente, quemante, ardiente, esperando su suerte,
mientras la mía se derrite en sus brazos, en sus besos,
en sus labios, en su pequeño odio cuando me desangra
con sus tímidas espinas.

Ahora... permitanme un momento...
me planto en medio del mundo y estiro los brazos
tratando de detener el tiempo.
Pero los semáforos siguen cambiando
de verde a naranja y de naranja a rojo
y mi balanza se retuerce en medio de este maldito mundo de odio
y vuelvo a respirar del aire de Angélica
robando un poco de su vida
y colocándola por delante de mi cobardía.

El mundo sigue en penumbras...
pero Angélica me besa, me abraza
y desde sus ojos me grita que me ama,
guardo el filo y paciente descargo el arma...
creo poder soportarlo un tiempo mas.



FMS

jueves, 28 de abril de 2011

ENORMES SACOS CON SABANAS OLIENDO A TRISTEZA




Era Noviembre, los días parecían mucho mas cortos, hacia un frío que quemaba como hielo seco y todos matábamos por un trabajo. Eramos desempleados.
Hacíamos largas filas buscando solución a nuestra desesperación económica. La renta y los alimentos no daban tregua jamás.
El sistema nos había vuelto a joder. El sexenio terminaba, un presidente suplantaba a otro, el peso perdió fuerza y las fábricas cerraron dejándonos en las banquetas con los ojos, los bolsillos y las mentes en blanco.
Los pocos que conservaban su trabajo se aferraban a él como a tablas en medio del océano.
Era la devaluación del 94.
Por aquellos tiempos yo no entendía el burdo mecanismo del sistema, pero lo que si me quedaba tan claro como hierro candente en la cabeza, era que aun siendo tan joven ya era responsable de una familia. Constantes punzadas en la sien me hacían levantarme de las bancas de los parques donde descansaba por momentos para seguir preguntando fabrica por fabrica, puerta por puerta, si ellos tenían de casualidad algún trabajo que yo pudiera realizar. Algunos me miraban raro preguntándose si en verdad creía que así podría conseguir algo. Otros no podían aguantar sus muecas de burla y mas se aferraban a su tabla en medio del océano.
Fue así como entre búsquedas, fabricas y bancas de parques, un conocido pagándome un favor me comento de un lugar que por la noche solicitaba personal y la paga no era tan mala, así que casi en secreto me dio el nombre del contacto y la dirección y yo me presente a media noche en el lugar con las piernas medio entumidas por el frío.

El lugar era enorme o al menos así me pareció por fuera. No tenía ningún nombre o anuncio que diera referencia de algún lugar laborable, solo el enorme zaguán amarillo que al irse abriendo lateralmente dejo ver en su interior movimiento de personas y camionetas.

- Busco al señor Moreira.
- ¡Pasa! –dijo el vigilante dejándome en el patio.
Era una enorme lavandería. Al fondo se podía ver a mujeres, las más jóvenes iban de un lugar a otro llevando cubetas de metal y las mayores no se movían de sus lugares en unas grandes maquinas cromadas. Los hombres en el patio descargaban sacos de lona que desdoblaban y contaban para después doblarlos y volverlos a colocar dentro de las camionetas.
El vigilante subió por una escalera de metal a un segundo piso y por una gran ventana pude ver que hablaba con un pequeño hombre calvo que llevaba una tabla llena de papeles en la mano, los dos volteaban divertidos a verme. Yo era casi un niño y bastante delgado pero la necesidad me empujaba con gran fuerza. El vigilante regreso diciéndome que en un momento me atendían mientras que Moreira iba de un lugar a otro con su tabla en la mano dando indicaciones.
El vapor que salía de las maquinas se sentía bastante bien a esa hora de la madrugada, yo me acercaba un poco para sentir el calor en las piernas mientras que algunas mujeres me miraban sonriendo y seguían en sus maquinas haciéndome sentir envidia de sus vidas. Yo quería sus empleos.
Moreira seguía sin voltear a mirarme siquiera, era su juego y su lado de la moneda así que yo me dedique a dar pequeños paseos en mi lugar recargándome de vez en cuando de una imagen de la Virgen que habían adornado con luces de colores y papeles metálicos para la celebración del mes de Diciembre.
Después de casi una hora Moreira se acerco mirándome de arriba abajo con aire de ser el Alguacil de alguna película de bajo presupuesto.
-¿Y bien?
-Vengo por el trabajo.
Con una tonta mueca de burla volvió a mirarme de arriba a abajo y llamando a un tipo que reía continuamente haciendo parecer que no le importaba absolutamente nada en este mundo le dijo:
-Te llevas a “este” también en tu ruta.
-¿En serio? –pregunto riendo el tipo.
Moreira no le contesto y se fueron mirando los papeles de su tabla. Yo saque un viejo folder arrugado y solté:
-¿A quién entrego mis papeles?
Moreira volviendo a su mueca solo me pregunto:
-¿Esperas seguro social...?

Íbamos por las avenidas céntricas que a esas horas parecían casi desiertas. Teníamos que ir de hotel en hotel, todos hoteles oscuros y todos de paso. Nuestro trabajo consistía en recoger las sabanas y cobijas sucias de cinco hoteles que nos habían asignado para llevarlas a la lavandería y en la siguiente vuelta entregarlas en el menor tiempo posible.
Nunca supe los nombres de mis tres compañeros. El que manejaba era el encargado, era el que reía de todo y escuchaba la música tropical a todo volumen. Había un muchacho unos años mayor que yo, fumaba demasiada yerba y trataba tanto de ignorarme que casi lo logra. El otro era un hombre joven fornido con las mangas dobladas sobre sus bíceps. Según lo que escuche de sus comentarios había participado en la representación de la pasión de Cristo que se realiza en semana santa, había sido uno de los ladrones que muere a lado de Jesús en la cruz (Dimas o Gestas…no lo recuerdo) y lo platicaba con gran orgullo.
Era el único que hablaba conmigo. El fue el que me explicaba lo que teníamos que hacer en ese trabajo.
-Hay que ser cabrón para esto. –decía tratando de no demostrar el frío que todos sentíamos.
-¡Tu solo encomiéndate a Dios y vas a ver que todo sale bien!
Yo sonreía y asentía con la cabeza mientras que el que fumaba yerba nos miraba de reojo.
Parábamos continuamente en las esquinas y el chofer saludaba a las prostitutas que caminaban de un lado a otro sonriendo, parecía que las conocía a todas. Subían unos dos escalones de la camioneta y fumaban cigarros. Fumaban mucho y reían aun mas. Algunas me miraban con curiosidad pero no decían nada, dejaban escapar sus aros de humo y volvían a sus esquinas de trabajo. Yo las observaba con cierta nostalgia mientras nos alejábamos, con tan poca ropa en aquel terrible frío solo atinaban a cubrir su pronunciado escote para después descubrirlo y sacar más los senos cada vez que a su lado pasaba un auto con algún posible cliente.
<< !Dios! –Pensaba- es tan difícil para todos.>>
Una enorme montaña de cobijas y sabanas nos esperaba al final del patio del hotel, cada uno de nosotros (menos el chofer) tomo un saco y desdoblándolo tomamos nuestro lugar. Yo me puse en una orilla y empecé a doblar las sabanas para después ir metiéndolas en los sacos. Tenían que llenarse con la mayor cantidad posible.
El frío era tal que hubiera dado TODO en ese momento por hundirme en medio de aquella montaña de sabanas y dormir…pero yo no tenía nada así que seguí doblando y metiendo sabanas en mi saco. Había algunas cobijas pero la gran mayoría eran sabanas, sabanas de un color blanco apagado, sabanas que se parecían a las mañanas en que el sol no se define tras las nubes...sabanas de un blanco enfermo.

Las sabanas seguían cayendo por las ventanas y las señoras que hacían la limpieza pasaban de vez en cuando saludándonos amables, a lo lejos se miraban los coches que entraban al hotel, algunos llegaban en pareja y algunos llegaban solos pero todos salían demasiado rápido y unos minutos después salían las mujeres caminando cansadamente sostenidas por sus piernas de nailon. Era triste su andar.
Mis compañeros trabajaban muy rápido, tarareaban canciones haciendo bromas entre ellos y parecían felices. Yo sentí vergüenza de no agradecer las cosas como ellos, vergüenza de que aun con mi necesidad a cuestas no acababa de aceptar estar en el lugar ni en el momento que me toco, de que lo que para ellos era bueno y los llenaba, para mí era ausencia total. Comprendí que no tenía ninguna otra opción de momento, así que trate de hacer mi trabajo lo más rápido posible tratando de olvidar el frío.
Acomodaba una sabana dentro del saco cuando sentí algo pegajoso entre los dedos, saque la mano rápidamente y con asco empecé a limpiarme con otra mientras que Dimas se acercaba riendo:
  • A veces pasa... pero no muy seguido.
  • ¿No tendríamos que usar guantes o algo parecido?- pregunte.
  • Solo te hacen mas torpe. Ya te acostumbraras.
<<acostumbrarse a embarrar las manos con fluidos ajenos.... es imposible.>>
Pensaba en ello cuando observe a Dimas llevarse una sabana al rostro y hundir la cara en ella mientras cerraba los ojos. Al darse cuenta de mi curiosidad dijo:
- Por el olor puedes saber quien estuvo sobre estas sabanas.
Yo sonreí sin comprender bien y solo hice una tonta mueca de sorpresa.
  • ¡En serio!...mira...
Tomo algunas sabanas del montón y aspiro lentamente.
  • En esta se acostó una puta de las mas baratas, el perfume es tan corriente que pica la nariz. En esta otra fueron dos hombres, hay loción diferente a cada lado de la sabana. En esta fue una hermosa joven, el perfume no es nada común y la piel de ella aun huele a jazmines. En esta fue un trans, el perfume es muy escandalosos pero se combina con sudor fuerte y en esta....no lo se....lo hicieron de pie y ni siquiera tocaron la cama.
Yo lo mire asombrado, tal vez estaba mintiendo pero lo hacia muy bien.
  • Es en serio... tu también lo puedes hacer.
  • No, no creo. No soy bueno con la nariz. -dije tratando de poner fin al tema.
  • Claro que puedes! Intentalo.
Sabia que no podría zafarme de el, así que tome una sabana del montón y de mala gana la hundí en mi rostro, un tanto apenado cerré los ojos y aspire un poco.
Lo que llego a mi no lo podría describir como olor, en realidad era sentimiento...amor con dolor, verdad con engaño, ilusiones amontonadas en algún cajón de estacionamiento, furia, llanto, mentira, soledad... olor a tristeza... pero solo guarde silencio pensando que ellos jamas lo entenderían.
  • Ya aprenderás.
Y se alejo aburrido mientras yo seguía con la sabana entre las manos y el otro muchacho nos miraba fingiendo total desinterés desde su lugar.


Cinco enormes sacos, uno mio y dos de mis compañeros esperaban para ser subidos a la camioneta y yo un tanto agobiado los observaba nervioso ya que al momento de estar amarrando el mio, trate de levantarlo solo para estar seguro que podía hacerlo. Ni siquiera pude hacer que se levantara del piso.
Al momento que nos disponíamos a echar la carga a la camioneta, Dimas con una sonrisa me mando a recoger la firma para la salida a recepción y mientras la esperaba en el suave sillón de piel negra de la oficina, mi agobio seguía al pensar que ellos se habían dado cuenta que no pude cargar mi propio saco.
Después de 15 minutos regrese con la firma y ellos ya me esperaban en el patio mientras reían y fumaban. La camioneta ya estaba cerrada y los sacos adentro.
<¿Como demonios lo hacen?> al subir a la camioneta el tipo que me ignoraba agacho la cabeza y soltó una risilla. Si, yo no era de gran peligro.

Desde ese momento parecieron cerrar su circulo y nadie ni siquiera Dimas volvió a dirigirme la palabra.
En los siguientes hoteles la cosa fue lo mismo, bajar los sacos, llenarlos, sentir el frío e ir por la firma a recepción y al salir de la oficina subir a la camioneta ya cargada y pasar a la parte de atrás enfrente de aquellos ojos que gritaban rechazo a mis espaldas.

El regreso era rápido, la circulación de coches empezaba a aumentar y sus luces aun reventaban contra la oscuridad de aquellas horas de la madrugada. Gente caminaba aun por las aceras, algunas prostitutas seguían laborando y a lo lejos se confundían y se volvían una mancha mas. ?Hacia donde íbamos todos? Me preguntaba al mirar tantos caminos que se cruzaban.
No hacían falta tantos caminos, solo nos faltaban salidas.

De vuelta en el patio de la lavandería bajamos de la camioneta y mis compañeros jugando se aventaban y reían, eran felices a su modo, era su mundo y yo no lo invadiría jamas, así que regrese a la imagen de la virgen iluminada mientras abrían las puertas de la camioneta y Moreira con su tabla en mano hablaba con el chofer y con Dimas, gesticulaban felices y volteaban a mirarme. No era bueno.
-¡TU! -Moreira bostezaba mientras me llamaba.
Me acerque a ellos y antes de decir nada me soltó:
- Quiero que bajes UN saco de esos.
<<Maldita sea>> pensé mientras miraba de reojo a Dimas. ¿Dimas...? ¡Judas!
Me pare al borde de la plataforma de la camioneta, me llegaba a la cintura así como el saco que estaba a la orilla de la misma. No se como pero en un segundo TODOS estaban al rededor de la camioneta, los hombres me miraban divertidos y las mujeres asomaban sus pequeños ojos entre cerrados. El tipo que siempre me ignoro ahora estaba expectante en primera fila.
Recargue la espalda en el saco y estirando las manos tome la orilla de la lona y en un movimiento hacia adelante trate con todas mis fuerzas pero el saco siguió en su lugar.
- El PESO VA EN EL HOMBRO NO EN LA ESPALDA. -Dijo Moreira un tanto desesperado- ¡Otra vez!
Agache la cabeza y tome posición nuevamente, me encorve solo un poco, tome firmemente la orilla del saco y mirando levemente la imagen de la virgen que asomaba detrás de aquella pequeña multitud pensé: <<sabes que lo necesito...vamos, solo un poco... después yo haré algo por ti>> y tire con todas mis fuerzas y ante un siseo aborrecible del personal, el saco volvió a quedarse en el mismo maldito lugar de siempre.

Moreira movió la cabeza de lado a lado y se retiro buscando en su tabla no se que demonios. Las mujeres regresaban a sus lugares y algunas comentaban ''pobrecito'', mis compañeros divertidos saltaron a la camioneta y bajaron los sacos con la facilidad de la cizaña sobre la hierba y yo adopte la mueca estúpida, sonrisa de derrota, ardor en los ojos mientras me quitaba del paso con la vergüenza en los huesos. Ya no sentía frío.
En ese momento todos volvieron a sus quehaceres. Era raro pero nadie me miraba, ni siquiera volteaban a mirarme para ser el centro de sus burlas, todos estaban en todo menos en mi. Aproveche el momento o tal vez la complicidad de ellos y abriendo la puerta salí y camine un largo tramo y antes de dar vuelta mire hacia atrás solo para reafirmar que nadie me seguía.


Volví a mi casa después de cuarenta y cinco minutos de caminata. Aun seguía oscuro el cielo. Mi derrota era de alguna manera amortiguada pero con un sabor dulcemente amargo al mirar a mi bebe de meses dormir en su pequeña cuna. Sus suspiros eran como pequeñas burbujas rosadas que corrían de mis venas a mi corazón.
Me desnude y al acostarme ella se despertó.
- ¿Que paso?- pregunto mas dormida que despierta.
- Nada...no pude con el trabajo.
- En verdad aprecio lo que haces.- Mintió bostezando y se volvió a dormir.
Yo cerré los ojos, sabia bien que llegarían cosas mejores, quedaba mucho por caminar.
Malo o bueno pero sin duda llegarían y ahí estaría yo como un grano de arena mas en este mundo.

Casi dormido recordé por costumbre el momento mas feliz de mi vida, cuando años atrás dormitaba a la orilla de un hermoso lago con el sol quemando mi espalda entre aquella camaradería que solo se encuentra en la infancia y la voz de mi inseparable amigo despertándome para seguir adelante. Su sonrisa era agradable, su voz me llenaba de confianza, su cabello rubio y lacio que deslumbraba con los rayos del sol me hizo quererlo aun mas y yo le devolví la sonrisa agradeciéndole sin palabras...todo era perfecto.

Solo la vida sabia que años mas adelante, ese amigo seria parte de la fuerza en la puñalada que casi logra terminar conmigo...casi...aunque no lo hizo. Solo cambiaría radicalmente mi manera de pensar...para bien o para mal.


FMS

lunes, 25 de abril de 2011

PODRIAS ENSUCIARTE UN POCO



Encendí un cigarro y me senté en un tronco ahuecado esperando la llegada del tren carguero que va a las minas del norte.

Hace parada en este sitio alrededor de una hora para cargar carbón y algunas otras cosas, así que siempre es un buen recurso para quien desea escapar o trasladarse a largas distancias cuando se esta quebrado y yo estaba mas que quebrado; estaba partido en dos.
Mientras esperaba, miraba como las hormigas andaban sin parar cargando migajas de algo que luego llevaban a su agujero. Entraban unas y salían otras, siempre parecían las mismas, siempre en la misma fila. A veces una se desviaba de su lugar y yo la seguía con la mirada y me preguntaba: ¿Como demonios haría para encontrar otra vez su lugar en ese mundo de exactitud? Andaba en eso cuando levante la cara y vi a un muchacho con una mochila a la espalda sentado en una roca, apuntaba algo en una libreta, levantaba la cara, me miraba un momento para después seguir apuntando. Baje la mirada a mis hormigas otra vez y maldije por haber perdido de vista a la extraviada.
Jamás encuentro la respuesta a nada.

De repente escuche al tipo acercarse y decirme de lejos:
  • ¡Eh! ¡Buenas tardes señor! Disculpe, ¿tendrá de casualidad un cigarro que le sobre?
Voltee a mirarle arrugando la frente, me había equivocado no era un muchacho, era casi un niño no mayor de 17 años, tenia un acento algo norteño y piel muy blanca, usaba una gorra de baseball y los pantalones rotos. Me sorprendió que alguien de su edad contara con cierta educación al hablar por estos lugares, así que le extendí la cajetilla, encendió un cigarro dando una buena fumada para después toser en dos ocasiones, volvió a dar otra pequeña fingiendo que sabía fumar y me paso la cajetilla.
  • ¡Gracias!
No conteste. Guarde los cigarros esperando que se alejara a su piedra pero decidió sentarse en mi tronco ahuecado.
  • Usted también va hacia el norte, eh?
  • ¡Mmju! -carraspee mirando al suelo-.
  • ¡Bien! Pues parece que vamos a hacernos compañía. Yo también voy viajando solo, –hablaba con un animo que no veía desde las películas de Disney- es bueno tener a alguien en un viaje como estos, ¿no cree usted?
Lo mire de reojo, sudaba copiosamente a pesar de no haber sol y sonreía nervioso.
  • ¿No sales mucho verdad? -dije yo mientras distinguía el sonido del acero acercándose.
  • A decir verdad ¡no! Pero ya sabe usted, es mejor estar acompañado por estos lados. No me queda mucho dinero y nunca se sabe a quien se puede encontrar uno, ¡sabe a que me refiero!
Me puse de pie observando de lejos el tren, ya había echado su carga y se aproximaba a regular velocidad, para cuando pasara por nuestro lugar deberíamos correr y trepar por alguna escalera. No era tan difícil pero se sabia de gente que perdía las piernas al dar el salto, pero tenia que ser así, de lejos o no había oportunidad. Tome mi mochila olvidando a las hormigas y empecé a correr.
  • ¿Y quien te dice que no seré yo el que te de el susto? ---le solté mientras pasaba a su lado.-
Logre posicionarme cerca de una gran puerta y la escalera a lado, arroje mi mochila con mis pocas pertenecías y salte para quedar parado en el segundo escalón, solo estire las piernas y ya estaba adentro. ¡Nada mal, nada mal! y echando una mirada atrás vi como mi acompañante me lanzaba su mochila mientras el seguía corriendo, -¡ah que pendejo!- dije mientras lo veía correr tratando de alcanzar la escalera del tren cada vez mas veloz, me puse de rodillas y le estire la mano logrando el impulso para que cayera dentro del vagón.
  • ¡Demonios! ¡Creí que era un poco más sencillo!.-dijo el chico recobrando el aliento.-
  • De eso te das cuenta las primeras veces, pero siempre es mejor pagar un boleto en el camión.-dije- mientras buscaba un lugar en la esquina mas cercana.
  • Si, pero por ahora no lo puedo costear. ¡Tengo lo justo para llegar!.
Tomo asiento frente a mí pero en la esquina contraria, teníamos cada quien a nuestro lado derecho un gran hueco que nos dejaba sentir un viento frío, la tarde empezaba a nublarse. Comenzaba a llover.
  • ¿Hacia donde va usted? -me pregunto mientras sacaba su libreta y continuaba escribiendo-.
  • ¡Aun no lo se! Tal vez me siga hasta la frontera. En realidad no me importa mucho.-dije con aburrimiento-.
  • Yo voy mucho antes de la frontera, allá vivo con mi familia.-dijo mientras sacaba unos dulces de la mochila, tomo uno y me ofreció el otro, yo lo rechace con la cabeza- Tuve un problema con mi padre y me escape hace mes y medio. Anduve vagando hasta que tuve algunos trabajos y pude juntar para regresarme. Ellos estaban muy angustiados, de verdad angustiados y me han dicho que no lo haga más. Ya todo esta arreglado.
  • ¿Que tanto escribes?- le pregunte mientras me recostaba usando mi mochila de almohada.
  • No escribo, diseño la conversión de un coche, es de mi papa y lo estamos arreglando. El tiene un taller mecánico y trabajábamos en ello antes de que me escapara.
Me arrojo la libreta para que viera el dibujo.
Yo no se una mierda de mecánica, yo no se una mierda de nada, pero el dibujo era muy bueno, tenia indicaciones y hasta pie de pagina. Se veía realmente bien.
  • ¡Se ve bastante bien! -Le dije mientras le regresaba la libreta- ¡Así que trabajas con tu padre!
  • Solo en las tardes, voy a la escuela aun. Estudio ingeniería y me recibo en un año, ¿sabe? ¡soy bastante bueno en la escuela!
  • No lo dudo.
El paró un momento y empezó a pasar la vista por el vagón, como si no se hubiera dado cuenta en donde estaba: fierros retorcidos, metales oxidados y llantas viejas de varios tipos. Un olor a pasado y humedad que a mí me hacían sentir cómodo, tal vez a el le molestaron un poco y rascándose el cuello me pregunto:
  • ¿Porque no le importa?
  • ¿Porque no me importa que?
  • ¿Porque no le importa hacia donde va?
Me miraba poniendo atención a mis palabras. No me gustaba la gente y normalmente evitaba tener una platica con cualquier persona, pero había algo en este muchacho que me hacia sentir cómodo.
Tal vez me recordaba a alguien.
  • ¡No lo se! He andado por muchos lados. Supongo que se me acabaron las opciones.
  • Habla como si fuera mucho mayor de lo que realmente es.
  • ¡No se trata de eso! En realidad no existe tiempo para hartarte de algo. Tal vez vivas muy deprisa o tal vez tengas poca habilidad para aguantar. El caso es que cuando sucede, simplemente te da igual todo lo que venga, hijos, esposa, familia, acaba todo importándote un maldito demonio.-me miraba con los ojos medio cerrados sin poder entender bien- Háblame de “tu”- le dije-en realidad no soy tan grande.
  • ¡OK!, pero no comprendo, ir por la vida así como así, no encuentro el sentido. Es bueno hacer bases.-
Sonreí amargamente. Definitivamente me recordaba a alguien.
  • ¡Mira! No soy quien para darte consejos -dije- Solo trata de vivir sin problemas.
Saque los cigarros, afuera llovía pero no era algo molesto, iba oscureciendo poco a poco y nuestro paso por los cerros nos daba un olor a pino, tierra mojada y soledad. El cielo estrellado no nos dejaba olvidar la insignificancia de los momentos tormentosos, aunque fuera por breves instantes.
Encendí mi cigarro, trague el humo y pocas, muy pocas veces lo sentí de esa manera tan especial, lo disfrutaba como navaja en las venas del suicida. Le ofrecí un cigarro a mi compañero.
  • ¡No gracias! La verdad no se fumar.
  • ¿En serio? -dije sonriendo-.
  • Si, tampoco se me da la bebida.
Guarde silencio mirando hacia afuera, deseaba por momentos estar perdido en aquella oscuridad. Podría morir feliz tumbado en cualquier sitio de esos al azar.
  • ¿Porque no vienes a trabajar con nosotros? -Su pregunta me tomo por sorpresa.-
  • ¿A trabajar con quienes?
  • ¡Al taller! con mi papá y conmigo, a mi papá no le importaría y siempre necesita ayuda. Tendrías donde dormir y comer.-No podía mirarle bien la cara por la oscuridad pero parecía que sonreía. Continuo- Mis padres son buenas personas y cuando sepan que me has ayudado...
  • ¡Hey! ¡un momento! yo no te he ayudado en nada -dije en tono confundido.-
  • ¡Claro que lo has hecho! Me ayudaste a subir al tren.
  • Eso lo hace cualquiera que quisiera robarte.
  • Te aventé mi mochila, yo estaba abajo y traigo el dinero en ella.
  • ¿En serio?... ¡Oye¡, no deberías confiar tanto en la gente ¡no me conoces!. Tu mamá debe ser joven y yo podría propasarme con ella -dije sonriendo.-
  • Cuando conozcas a mi papá no te pasara por la cabeza hacerlo. -comento el divertido.-
Los dos sonreíamos, era un buen momento en medio de la oscuridad. Apague mi cigarro y me acomode sintiendo lo duro de la plataforma.
Charlamos alrededor de dos horas mas, hablábamos de lo que fuera y era bastante relajante. Ese chico tenía plática para todo. Se paso el tiempo tan rápido que no se sintió realmente, solo se percibía por el cansancio en el cuerpo y el peso en los párpados. Era agradable.
  • ¡Duérmete! -le dije- todavía falta mucha vía y se me cierran los ojos.
  • Bien.
Empezó a hacerse bola y la paz del silencio se encargo de lo demás, de verdad se me cerraban los ojos y empecé a imaginarme un trabajo formal, tiempo, amistad, cariño...era raro pero en verdad nunca se sabe. Por alguna razón me sentía en paz y le pregunte al chico:
  • ¿Es verdad todo eso del trabajo?
  • ¡Créeme! Jamás miento cuando hablo de mi familia.
Guarde silencio y volví:
  • ¿Que crees que sea lo peor que pudiera pasar? -le pregunte con la duda del necio. El guardo silencio pensando y dijo:-
  • Puedes estar un tiempo, hacer algo de dinero e irte cuando sea demasiado para ti.
  • Eso no suena mal.
  • Bueno... ¡podrías ensuciarte un poco tal vez!
Yo seguía sonriendo. Parecía que el chico era quien me guiaba de algún modo.
  • Puedo aguantarlo. -conteste.-
No se cuanto tiempo paso. Caí en un sueño pesado, mecido por el sonido de los rieles y de pronto me encontré rodeado de montañas que se alzaban a lo lejos, majestuosas cuales dioses dormidos, un llano verde y árboles que se movían con el vals del viento. La hierba me rozaba las piernas y el aire en mi rostro me hacia levantar la cara para observar las nubes que pasaban con cierta calma, plateadas por los rayos del sol y burbujeantes como espuma de mar. Camine feliz por esos senderos solo por recorrerlos y aunque de repente me llegaban de lejos sonidos, una especie de gritos y llantos, no cabían en ese espacio de alegría y paz. Decidí avanzar y tratar de perderme entre los árboles pero me llamaba la atención que ellos iban desapareciendo conforme yo iba avanzando. Y de repente me detuve, los sonidos regresaban ahora más reales y más lastimeros. A mi derecha por el horizonte percibí un movimiento lento, era un desfile de hormigas, eran gigantes y avanzaban una detrás de otra en una interminable fila para perderse dentro de un inmenso agujero, mientras que un ruido como un derrumbe a mi izquierda me hizo observar el movimiento de montañas. Eran seres perdidos en el tiempo que ahora se ponían de pie y volvían a quedar inmóviles sumergidos en otros siglos de sueño. Levante la cara al cielo y en una nube enorme de color dorada que estaba justo encima de mi, reposaba un demonio con majestuosos cuernos, su color rojo brillante me hacia recordar las manzanas que devore en mi niñez. Metía una mano muy profundo en la nube y dejaba caer encima de mi pedazos de papeles que conforme se acercaban distinguía como billetes. Eran miles los que caían a mí alrededor y aunque los sonidos de llanto y gritos estaban mas cerca y me asustaban, levantaba las manos hacia la nube mientras el demonio con grandes cuernos y piel color de manzana me sonreía.

El sueño termino y me sorprendió la realidad en la oscuridad del vagón con los brazos extendidos hacia arriba pero unos gritos que me desgarraron los nervios y el alma, me hicieron incorporarme como resorte quedando sentado y tratando de traspasar la oscuridad. Todo en mi era confusión, seguía el ruido del tren sobre los rieles y el viento entrando por los grandes huecos de las puertas y de repente pude distinguir frente a mi dos sombras en el suelo, una encima de otra, la de arriba mucho mas grande gruñía, gritaba y golpeaba y la de abajo solo lloraba gritando cosas que no podía entender.
Empecé a comprender lo que estaba sucediendo pero antes de que pudiera reaccionar, un golpe en pleno rostro me hizo sentir que caía en un pozo lleno de luces de colores.
  • ¡Quiero que llores!
Trate de levantarme pero otro golpe en el ojo derecho me hizo cubrirme la cara apretándome contra el piso del tren. Sentía que la cabeza me iba a explotar como calabaza mientras por algún lado me entro un golpe seco en el estomago que me hizo vomitar sangre. Sabía a sangre.
  • ¡QUIERO QUE LLORES HIJO DE PERRA!
No podía ver quien me gritaba, cada vez que intentaba ponerme de pie un golpe peor que el anterior me dejaba otra vez en el suelo. Yo levantaba las manos tratando de cubrirme pero no lo conseguía, sentía que corría sangre por mi cabeza .
  • ¡PARATE HIJO DE TU PUTA MADRE!
Estaba contra la pared del tren, todo me daba vueltas y observe frente a mí una sombra inmensa, parecía un oso, una bestia. Tal vez lo era. Me fui poniendo de pie recargándome de la madera y la luz de la luna me dejo ver la figura de un hombre muy grande con algo en la mano que parecía un largo filero. Los gritos de mi compañero seguían pero eran callados un poco por el cuchillo que le tenia en la boca; el tipo que lo estaba violando.
  • Vas a llorar maldita perra, ¡TE VOY A HACER GRITAR!
No podía comprender como había sucedido todo aquello. ¿De donde salieron ellos?
  • ¡Bájate los pantalones! - su voz era repugnante.
  • El ...dinero esta... en...
No acabe de terminar la frase, no podía terminarla, entonces recibí una patada entre las piernas que me hizo caer de rodillas.
  • ¡QUIERO QUE TE BAJES LOS PANTALONES Y VENGAS PARA ACA O TE VOY A HACER QUE MASTIQUES TU PROPIA CARNE!
Volví a ponerme de pie, en el fondo del vagón seguía la violación y continuaba la otra. Desabroche mi pantalón y deje que cayera por mis piernas deteniéndose en mis botas. El hombre frente a mí comenzó a desabrochar su cinturón y a meter la mano dentro de su pantalón sacando un enorme pene y mientras se masturbaba me decía:
  • ¡Ven, acércate perra y llora!
No podía moverme, sentía que de un momento a otro el dolor me iba a vencer, ya no escuchaba ningún ruido proveniente del fondo.< tal vez esta muerto ya... tal vez estoy muerto yo y si no es así, seguro vamos a estarlo en un momento> pensaba mientras arrastraba mis pies hacia adelante < Maldita sea.. puerca vida...> iba caminando a mi muerte. Muchas veces estuve tratando de adivinar de que maldita manera acabarían mis días. Esperaba cobardemente que fuera mientras dormía o drogado, jamás soporte el dolor físico y estaba visto que no iba a morir tumbado en ningún prado verde. La vida te pone pruebas siempre: facturas impagables, semáforos en rojo, autos sin gasolina, mujeres locas, cuidarte del loco de la calle que te observa por encima del periódico, del hombre trajeado detrás de un escritorio, del orate detrás del televisor, cuidarte de todo y escapar de todo, ¿para que? - ¿para acabar con el culo jodido y en pedazos regado a lo largo de una vía del tren? Todos íbamos a morir, tenemos toda una vida para prepararnos y empezamos un segundo después de nacer. Como es lógico yo jamás seria una excepción, pero si iba a morir en ese momento, jure por todos mis dioses muertos que no seria en manos de ese mal nacido hijo de puta.
Me detuve casi frente a el y lo mire masturbándose.
  • ¡Bien!, ¡eso es!, ¡acércate un poco más!
Hablaba casi sin sonido, pero me quede parado observándolo. El me miro, dejo de sonreír, volvió a mirarme de arriba a abajo extrañado y yo simplemente me deje caer hacia un lado, hacia afuera del tren cerrando los ojos. Sentí de todo y nada, pero sobre todo el viento. El viento que te hiere con frías puñaladas.



El dolor y el frío me despertaron. Aunque seguía con los ojos cerrados y boca abajo, estaba consciente pero no me quería mover. Trataba de adivinar que demonios había sucedido, por supuesto nada bueno ya que sentía un dolor que a diferencia de lo que pudiera sentir en el cuerpo, era mas pesado, algo que oprimía el pecho y costaba trabajo respirar.
Así estuve un largo tiempo.
Pude saber que estaba amaneciendo por el canto lejano de las aves y el frío que era más seco y quemante que el frío de la noche.
Volví a quedar desmayado o dormido, hasta que algo húmedo que esnifaba en mi trasero me hizo abrir los ojos y darme vuelta. Era un pequeño perro con sarna que al mirar como me levantaba del suelo para quedar sentado, corrió asustado y se paro a cierta distancia mirándome con curiosidad.
Había pasado rápido el tiempo, mire el reloj y marcaban cerca de las diez de la mañana. La cabeza me dolía de forma exagerada, estaba lleno de tierra, tenia la boca seca y al parecer tenia rota una costilla. ¿Como demonios paso todo esto? -Pensaba tratando de organizar mis ideas.- Salte de un tren en movimiento y seguía respirando. ¡Vaya “suerte” la mía¡.-pensaba mientras miraba al perro que se acercaba con miedo para después volverse a sentar alejado sin dejar de mirarme.-
Aun tenía los pantalones por debajo de las rodillas y sangraba por todo el cuerpo, mi ojo derecho no lo podía abrir completamente y tenía un hematoma enorme en la cabeza. Por la caída sentía piedras y vidrios enterrados en mis piernas, trate de quitarme un vidrio de la rodilla pero al tratar de hacerlo, me quede mirando mis manos y sentí tristeza al pensar que pudieron haber servido para hacer algo de provecho. El perro aun seguía mirándome con atención, tenia un lazo roto amarrado del cuello, el también había escapado, había fugitivos por todos lados. Yo también lo miraba atento a sus movimientos, cuando de pronto sentí pena de estar semi desnudo enfrente de el. Me sentí muy incomodo así que me puse lentamente de pie, el dolor era enorme pero pude subir mi pantalón y abrocharlo. Mire el lugar, estaba a unos siete metros de las vías del tren y no había nada ni nadie a mi alrededor, a excepción del perro.

La mañana era fría, no asomaba sol por ningún lado y unas nubes negras se aproximaban lentamente, así que empecé a caminar arrastrando un poco la pierna derecha. Cuando me alejaba el perro seguía mirándome pero no intento seguirme y yo no le llame. Llevaba caminando unos diez minutos y el nudo en mi garganta no acababa de aflojar. Mi enojo y frustración se hacia cada vez mas grande y yo solo me preguntaba ¿ por que? Pero jamás tendría respuesta a una pregunta tan difícil. Llegue a un cruce de caminos y a mi lado derecho vi. aproximarse una vieja camioneta que transportaba cerdos. Se detuvo, cuando estuvo a mi lado, el conductor me miro con los ojos muy abiertos y me dijo:
  • ¡Buena golpiza que te han dado!
Era un viejo con sombrero roto y dientes amarillos.
  • Sube, te voy a arrimar al pueblo.
Yo subí a la camioneta, el asiento era suave y caliente. Era bueno estar ahí.
  • Te voy a llevar a la estación de policías. -me dijo mientras me pasaba un trapo mojado.-
  • No voy a ir con ningún policía, así esta bien.-dije mientras trataba de limpiarme.-
  • Pues deberías. Estas cosas suceden muy frecuente por aquí.
  • No. Solo necesito conseguir donde dormir.
El viejo guardo silencio. Mientras manejaba volteaba a verme de vez en cuando.
  • Bien, pues yo conozco un lugar, es una fabrica,- decía mientras conducía- puedes trabajar ahí y por las noches quedarte a dormir.
  • Suena bien!- comente tomando el retrovisor para mirarme el rostro y cuando estuve frente a el, simplemente no me reconocí, ese rostro no era el mío y el mío jamás lo volvería a observar otra vez.
  • Es una fábrica de refacciones y esta casi en quiebra.- comentaba el anciano mirando el camino.
Yo baje la mirada, empecé a sentirme mal y a sudar frío.
  • ¡Hey muchacho! ¿ Te sientes bien? ¿Estas llorando?
  • ¡NO ESTOY LLORANDO ESTOY BIEN!
  • Bien. Como te decía: vas a trabajar ocho horas diarias cortando alambre. Es aburrido pero no es pesado y la paga no es mala. Solo que debes llevar tus propias pinzas de corte...
  • ¡MALDITA SEA! Aquí me bajo.
El anciano se detuvo y yo baje enseguida.
Frente a mi había un sendero de terrecería con largas cercas de alambre de púas a cada lado. Parecía no tener final.
  • ¡Ese camino no va a ningún lado! Vas en la dirección contraria muchacho.- me grito el anciano desde la camioneta. Yo voltee a verlo pero no le dije nada, no tenía nada que decir.
  • Bien... Malditos locos.- y se fue dejando atrás una nube de polvo mientras yo lo veía alejarse.
Una gran tristeza y sensación de dolor me invadió, tuve que agacharme un poco poniendo las manos en las rodillas. Mire el suelo y la tierra suelta y comencé a llorar. Gruesas lágrimas caían de mis ojos y se hundían en la tierra dejando pequeños huecos, sentía que no acabaría de llorar nunca. No había perros ni hormigas, solo polvo y frío. Unas enormes nubes negras me hicieron desear estar debajo de una mesa resguardado por unos largos manteles alrededor y jamás salir de ahí. Me dolía todo, me dolían las piernas y los brazos, me dolía el alma, la conciencia y el corazón, me dolía la sangre y me dolía la vida, me dolía el planeta, las estrellas y las malditas galaxias ...!! VOMITO DE DIOS¡¡

< Mierda,- pensé- ni siquiera supe su nombre.>

Empezó a llover y yo empecé a caminar.





FMS

DI QUE ME AMAS




- ¡Di que me amas!
- … Te…amo.
Y el puño cayó sobre sus carnosos labios reventándolos sin remedio.
- ¡Di que me amas como si fuera verdad!
- Te…AMO.
- Mientes.
Sobre la blanca piel de su espalda un cinturón cruzo de lado a lado varias veces dejando grotescas marcas violetas mientras que otras manos sostenían aquel hermoso cuerpo desnudo y con calma apagaba cigarrillos sobre las nalgas y detrás de las piernas.
Era de día aún. Por el enorme ventanal de ese elegante departamento se apreciaba el atardecer sobre la ciudad y las notas de un tranquilo jazz hacían que el decorado y los finos muebles parecieran salidos de un sueño en medio del otoño. Un melancólico saxofón acompañado por un tranquilo piano trataban de narrar algún mal amor o un imborrable recuerdo.
En ocasiones la música paraba por segundos dejando en suspenso la variación de la armonía que a su vez dejaba adivinar que el amor en realidad es indescifrable.
La habitación a media luz, solo alumbrada por una elegante lámpara de pie, atenuaba mas la piel oscura de los sillones finamente retocados con madera de caoba y a lado una pequeña mesa de mármol sostenía un cenicero marrón donde descasaba un cigarro encendido dejando escapar líneas delgadas de un azulado humo perdiéndose al entrar en contacto con la luz que se filtraba aun por el ventanal.

El hombre tomo el cigarro, probo un poco de ceniza con la punta de la lengua y volvió a dar una calada honda mirando como el humo se perdía poco a poco a cierta distancia y dando tiempo a que la mujer que yacía tendida sobre la alfombra color beige pudiera llenar sus pulmones de aire.
El segundo sujeto fumaba también y sentado en la pequeña cantina hojeaba aburrido una revista de finanzas.
La mujer completamente desnuda temblaba ante el dolor de sus heridas, lloraba pero en silencio como entrada en shock ya que sus gritos al final se comprobaban inútiles, gritos estériles donde tal vez el enorme piso era de una sola persona…donde tal vez todo el edificio lo era.

El hombre dejo escapar por última vez la bocanada de humo, (no era ni muy viejo ni tan joven pero a diferencia del otro, dejaba ver en su mirada que sabia secretos que los demás no soportarían jamás… y eso le daba una cierta y oscura elegancia) apago el cigarro dejando una mancha que semejaba un tornado dentro del cenicero, mirando su reloj se puso de pie y con el cinturón en la mano volteo de un jalón a la mujer dejándola de espaldas en la alfombra.
- ¡Di que me amas!
La mujer lo miraba fijamente mientras su cuerpo daba pequeños espasmos que no podía controlar.
- ¡DI...QUE...ME...AMAS! –repitió.
- Te…amo.
La voz de la mujer apenas fue un susurro y él le atravesó la cara con el cinturón una, dos, tres veces mientras que el otro tipo dejando la revista de finanzas a un lado se monto en sus piernas y encendiendo otro cigarro comenzó a hacer pausadas quemaduras sobre sus senos y en su vientre pálido. Los gritos y la sangre de la mujer brotaban y se enredaban entre notas de jazz, oscuridad media y humo de cigarro.
¡Di que me amas y haz que lo crea! –ordeno él.
Dejo caer el cinturón sobre sus pechos, sobre sus brazos, sobre sus caderas, en sus hermosas piernas y el segundo hombre quemaba ahora las plantas de sus pies y entre sus dedos.
- ¡Di que me amas! – Decía el hombre mientras la mujer se retorcía en el suelo.
- ¡TE… AMOOO!
- ¡Di que me amas como si fuera verdad! – Decía él mientras su cinturón reventaba la tersa piel.
- ¡TE AMMOO!
- ¡DI QUE ME AMAS…Y HAZ QUE LO CREA! – Dijo agotado y casi sin fuerzas.
- ¡¡¡TE AMO… TEE AAMMOOO…TEEEE AAAAAMMMMMOOOOOOOOO!!!
El dejo de golpear y recobrando el aliento se paso una mano por la frente limpiando su sudor.
- Ahora te creo.
Los dos hombres tomaron asiento en la pequeña cantina de fina madera, encendieron cigarros, destaparon una botella de coñac y sirviéndose empezaron a beber calmadamente para relajarse.

La música seguía con sus notas ahora de un piano triste pero retador a la vez. La luz que se filtraba por el ventanal iba perdiendo su intensidad y daba paso a una luz blanca-eléctrica levemente opaca mientras por el suelo después de un rato sin moverse la mujer comenzó a arrastrarse. Parecía un animal sacrificado buscando refugio en alguna esquina, la alfombra dejaba ver manchas oscuras conforme el cuerpo sanguinolento iba avanzando.
La mujer se arrastro hasta que llego a una bolsa de mano tirada a lo lejos en el suelo. Con gran esfuerzo hurgó dentro de ella y saco una costosa cartera de mano color mostaza con figuras cafés y dejándose caer de espaldas, sacó de ella un pedazo de papel. Estirando su brazo espero un momento.

El hombre apuró su trago y apagó el cigarro, fue hacia ella y con un rápido movimiento tomo el cheque que guardo después de darle una breve mirada. Abrió la puerta dejando salir a su compañero y antes de marcharse escucho a la mujer:
- ¡Di que me amas!- dijo ella ahogada en un suspiro.
- Te amo. – respondió él.

La puerta se cerró y la habitación quedo sumergida en una extraña felicidad, entre un jazz alegremente interpretado y una desnuda, sonriente y sangrante mujer tirada sobre una costosa alfombra europea.



FMS

DEMONIOS EN LA CABEZA




Llegó de madrugada y tras verificar que nadie lo seguía, se introdujo en la alcantarilla que le servía de hogar. Si, era un asco aquel sitio pero muy pocos se atrevían a seguirlo hasta ahí.
Saco un paquete de cigarros del abrigo y una pequeña botella de ron y al dar la vuelta por esa enredada tubería, se encontró a Clemente agazapado en un rincón o mejor dicho acurrucado a la luz de la vela y con los ojos y el miedo saliendo de su esquelética faz.
  • ¡Jesús mío...has tardado tanto...tenia tanto miedo!- le dijo mientras su rostro empezaba a dibujar una sonrisa.
Diego poniendo su navaja a lado de su colchón en el suelo y encendiendo un cigarro, le paso la pequeña botella.
  • Te dije que te durmieras
  • Si pero... no puedo dormir...escuche ruidos y pensé que alguien venia y me cagaba del miedo...-decía mientras con sus pequeñas manos abría y daba un trago a la botella- ¿Porque has ido solo?
Diego lo miro un largo rato, parecía un ratón moribundo y asustado, asustado siempre y siempre a la expectativa de que algo malo pasara.
  • Tenia que ir solo, esperaba que me fuera mejor- Diego fumaba y dejaba escapar el humo por la nariz -pero solo encontré a una pareja en el parque y lo único que traían sirvió para los cigarros y la botella.
  • Oh Diego, amigo... algún día te devolveré el favor- y volvió a dar otro trago al vino -pero debiste haberme llevado...yo todavía puedo ayudar en algo, lo sabes verdad amigo? Soy más que un vejete entumecido verdad? Verdad?
  • Si si lo se! Pero de momento yo podía solo.
Diego pego la espalda al colchón tratando de ponerle solución al dolor en su espalda, los años laborables para otros habían cobrado las facturas.
  • Diego..toma echa un trago...esto te ayudara con el frío y el dolor.
  • Sabes que no tomo carajo. -dijo Diego cerrando los ojos.
  • Oh! es cierto...cierto.
El colchón estaba un poco mojado debido a la humedad que se filtraba por la alcantarilla, el olor era terrible pero cada día se iban acostumbrando un poco más.
Eran ya dos años en ese hueco para ratas, pero seguían allí porque nadie los molestaba y los mantenía alejados de los demás. Eran ratas...solo eso.
Diego mantenía los ojos cerrados y el cigarro en la boca cuando escucho llorar a Clemente...una vez más.
  • ¿Que demonios te pasa ahora? -pregunto un tanto desesperado.
  • ¿Como pudo pasar esto amigo? ¿Como hemos llegado hasta esto?..-lloraba Clemente soltando una pequeña vocecita recargado en la pared y sosteniendo la botella por un lado - Teníamos una vida...bueno yo tenia una vida, una familia, hijos y ahora solo nos ha quedado este mierda agujero...
Diego a veces no sabia como demonios había permitido que se le acercara ese viejo y mas aun haber dejado que lo siguiera como un perro faldero ...y seguir AUN con el como compañía.
No existía día en que no se quejara de su vida, de su pasado y por las noches el miedo a este mundo no lo dejaba dormir... era un refugiado de su propia miseria.


  • Dime Diego...¿como hemos llegado a esto? -Clemente aun seguía llorando y dando tragos de vino -¿como ha sucedido TODO esto?
Diego se pasaba una mano por la frente a modo de no desesperarse.
  • No lo se viejo, ¿quien diablos sabe algo de lo que pasa en esta vida?
  • Yo era el mejor cabrón para la cartera...nada de navajas como ahora, podía sacar las amalgamas de oro sin siquiera abrirles la boca...y ahora la puta artritis hace que me orine encima cada vez que voy al baño...- gruesas lágrimas le brotaban mientras desde su sucio colchón echaba tragos- ...PUTA MADRE!!!
Y era cierto...o al menos eso quería creer Diego. Cuando lo conoció lo salvo de una buena al pagar a dos extraños que lo tenían en el suelo por tratar de robar el monedero a una señora, lo hizo porque al verlo tirado y llorando como niño asustado se dio cuenta que en realidad ese viejo carecía de malicia y todo lo que le acompañaba era solo la mala fortuna de vivir toda la vida del lado equivocado. Pero muy por dentro Diego sabia que necesitaba de alguien para recordarle que aun existían personas con peor vida y suerte que la de el.
  • ¡Deja de quejarte viejo! Todos pasamos por esas y seguro llegaremos todos allá.
  • Tu nunca te quejas Diego...yo quisiera ser como tu...pero NO PUEDO. -Lloraba ahora más fuerte.
  • ¡Eh! por piedad...¡claro que me quejo! ¿Acaso tengo la apariencia de alguien que no tiene quejas en esta vida? -ahora se agarraba la cabeza con ambas manos- No me quejo contigo, eso es diferente...
  • Amigo...a veces no aguanto la maldita cabeza...es como si algo quisiera arrancármela desde adentro...son como malditos demonios tratando de mostrarme algo...pero no les entiendo por mas que lo intento y solo me queda este maldito miedo a todo...
  • Viejo.. -Diego tenia sueño y estaba cansado, el dolor de espalda lo estaba matando- la vida no te ha garantizado nunca nada y...
  • ¡¡¡¡PERO NO ES JUSTO!!!!-gritaba Clemente mientras con la botella de vino se golpeaba la cabeza- ¿PORQUE A NOSOTROS? ¿ PORQUE SIEMPRE EL MIEDO? ¿PORQUE YO? ¿PORQUE...?
  • Eh viejo...por favor...
  • ¿PORQUE LA MALDITA VIDA VACÍA?...
  • Diablos viejo no...
  • ¿PORQUE??? ¿QUIERO SABER PORQUE...
  • ¿Quieres saber?...¡¡¡PORQUE ASÍ ES LA MALDITA VIDA!!!! -Diego exploto de la manera que odiaba hacerlo- ¿QUIEN MIERDAS TE HA DICHO QUE ERES EL ÚNICO? ¿CREES QUE YO NO ME HE PREGUNTADO LO MISMO?... UNA Y OTRA VEZ ME LO HE PREGUNTADO, TANTAS VECES QUE YA OLVIDE LA MISMA ESENCIA DE LAS PREGUNTAS...¿¿¿SABES PORQUE???
Clemente estaba con los ojos muy abiertos, Diego lo había tomado por sorpresa y estaba ahora mas asustado que antes.
  • ¿¿LO SABES???...¡¡¡¡PORQUE SOMOS BASURA, PORQUE SOMOS MIERDA, PORQUE SOLO SOMOS CARNE CRUDA!!!!! ¿¿HABLAS DE MIEDO?? ¡¡YO SOY EL MIEDO EN ESTE MALDITO MUNDO!!...¡SOY TODO MIEDO ENVUELTO EN 80 KILOS DE CARNE CRUDA...EL MUNDO ES MIEDO ENVUELTO EN TONELADAS DE CARNE CRUDA! ¿¿¿¿Y TODAVÍA TE PREGUNTAS PORQUE???? ¡PORQUE NO LE IMPORTAS A NADIE! Y SI EN ESTE MOMENTO TE MURIERAS ''ELLOS'' VENDRÍAN A APLAUDIR EL SUCESO Y ¿¿SABES PORQUE?? ¡¡¡¡PORQUE SOMOS CARNE DE CAÑÓN....CARNE CRUDA DE ALCANTARILLA!!!!!
Diego se sorprendió a si mismo parado en medio de la cloaca frente a Clemente que lo miraba aterrado tratando de cubrirse la cabeza con las manos desde su miserable lugar en esta vida, ya no lloraba y solo atinaba a hacer pequeños sonidos como silbidos tratando de que los golpes no lo agarraran sin aire.
Diego sintió vergüenza por tratar de esa manera a alguien mucho mas débil que el.
Era el motivo por el que no le gustaba hablar... siempre terminaba hiriendo mas de lo que realmente quería.
  • Eh viejo... no quise decir eso! -le dijo mientras volvía a su lugar- es solo que no tuve un buen día y la espalda me esta matando.
Clemente con la cara llena de lágrimas se pasaba una mano limpiando sus ojos.
  • Sabes que jamás te golpearía ni te haría daño...somos amigos recuerdas? Eh?
Diego lo miraba y deseaba estar ahogado de borracho como el, no era bueno con las disculpas y le molestaban los silencios incómodos.
  • No te preocupes amigo...yo se que lo haces por mi bien...y todo lo que dices es cierto.
Clemente aun sollozaba muy bajo pero iba volviendo a la calma.
  • No, no es cierto... tal vez no de esa manera- Diego fumaba- es solo que para todos en algún momento es difícil.
Diego apago el cigarro y lo miro fijamente <! que demonios¡> pensó.
  • Sabes?.. , tengo planeado algo para mañana y en esto tu ayuda es muy necesaria..(mintió)
Ya no lo incluía en los trabajos, era demasiado lento y su temor aunque trataba de no demostrarlo siempre terminaba por echar a perder de alguna manera los atracos.
  • ¿LO DICES EN SERIO?...Oh amigo...veras que aun soy de provecho...veras que ni la puta madre de dios va a poder...
  • Si, si, si, ya lo se... mira, he estado observando a un hijo de puta inmenso salir todos los Viernes en la madrugada ahogado de borracho del bar de la 7 ¿sabes cual es verdad?
  • Oh si..-dijo clemente con una amplia sonrisa- bonito lugar.
  • Si, bueno el sale tambaleándose y camina dos cuadras hasta su bonito coche, no lo deja en el estacionamiento porque los del valet son mas miserables que nosotros, así que justo en el camino a su coche hay un pequeño callejón en donde vamos a sacarle todo de encima...y veras que será muy bueno.
Clemente lo miraba animado y tratando de no perder detalle acabando casi con la botella.
  • Y...¿como sabes que traerá dinero?
  • Claro que lo traerá...conozco a esos hijos de puta, todos son iguales y están por todos lados exhibiendo sus enormes relojes y grandes cadenas de oro y créeme que no merecen mas que nosotros.
  • ¿Y... donde...entro yo? -Clemente empezaba a mostrar cara de angustia- ¿que tengo que hacer?
  • Nada complicado, solo tienes que llegar con el y distraerlo a lado del callejón y yo me encargo de los demás. ¡El hijo de puta es enorme! Parece un enorme jabalí y aunque borracho necesito un poco de ayuda.
  • ¿Entretenerlo...eso es todo?
  • Así es...el no sospechara nada de un viejo borracho así que le preguntas algo, le pides algo o le platicas la PUTA BIBLIA si deseas pero al llegar al callejón lo necesito de espaldas para poder derribarlo y acabar pronto. ¿Entiendes?
  • ¡Si Diego!...ya lo veras.
Por alguna razón Diego sabia que no tenia que incluirlo, tuvo que modificar el plan para que el viejo se sintiera un poco mejor con su vida <me lleva la mierda> pensaba y ya dudaba de todo... pero el maldito sentimentalismo alojado en el lado izquierdo del cerebro no lo dejaba echarse para atrás. Ahora apaga la vela y trata de dormir que mañana te necesito despierto viejo.
  • Si amigo...veras que no tendrás de que preocuparte mas.
En la oscuridad Diego a punto de dormir, escuchaba a Clemente como todas las noches moviéndose en su colchón tratando de conciliar el sueño que le tardaba en llegar por el miedo que sentía ante cualquier sonido .
Había noches en que creía distinguir la silueta de Clemente en esa oscuridad mal oliente hincado a un lado de el, pero se iba desvaneciendo al adaptar su vista a la oscuridad.
Diego a punto de quedarse dormido escucho que Clemente sollozaba muy por lo bajo. <Mierda> pensó y se quedo dormido.


Eran las 3 de la madrugada, Diego alojado a las sombras de un angosto callejón esperaba ver por la acera el movimiento de personas pero nada se veía. El tipo había llegado al bar, eso era seguro ya que desde el callejón podía ver el lujoso coche estacionado a la luz de aquella blanca luna. <Todo saldrá bien> pensaba una y otra vez tratando de ser positivo, aunque eso jamás fue lo suyo. De vez en cuando tocaba su bolsillo izquierdo solo para asegurarse que la navaja, aunque no se usaría estuviera en su lugar, <todo saldrá bien...todo saldrá bien y mañana habrá algo delicioso y caliente frente a mi..> pensaba en rosbif aderezado con salsa de ciruela cuando escucho risas a lo lejos. Usando las sombras a su favor pudo ver a lo lejos a Clemente caminando a lado de aquel sujeto en traje oscuro y desfajado dando tumbos de un lado a otro y acercándose entre carcajadas borrachas. Aquel sujeto se veía aun más grande a lado de la diminuta figura de Clemente. Escucho al viejo contándole de las putas del la 23 mientras que el otro soltaba carcajadas, cada vez se escuchaban mas cerca. <Calma...lo esta haciendo bien el viejo> y al llegar al callejón Clemente se detuvo en la acera dando pausa para acabar de contar la divertida historia mientras que el enorme jabalí dando la espalda al mismo lo esperaba con ansia.
< Toneladas de miedo envueltas en carne cruda...toneladas de carne envueltas en miedo...que mas da. > De la oscuridad Diego le cayo por la espalda al sujeto rodeando con el brazo derecho su cuello y jalándolo hacia el interior del callejón mientras trataba de asfixiarlo con la llave para hacerlo perder el sentido, pero el sujeto daba vueltas con Diego en la espalda tratando de quitárselo de encima, tratando de subir por las paredes...era un enorme oso en un costoso traje tratando de arrancarse las ratas de la espalda.
  • ¡Hijo... de puta!...termina ya!!!!- decía para si mismo Diego mientras alcanzaba a ver a Clemente clavado al piso observando la acción.
Jamás hubiera pensado que le costaría tanto derribar a aquel sujeto, era demasiado fuerte hasta que empezó a sentir como se iba aflojando poco a poco aquel cuerpo entre sonidos guturales y balbuceos y lo fue dejando en el piso conforme el cuerpo inconsciente iba cayendo.
  • Mierda...este hijo de puta es enorme. -Diego jalaba aire tratando de reponerse mientras miraba el cuerpo tendido a la luz de la luna- rápido, antes de que despierte.
Empezó a buscarle en las bolsas cuando vio a lado del sujeto las llaves del auto en el piso, las tomo y aunque no había planeado vaciar también el coche, en ese momento le pareció una magnifica idea.
  • Tu sácale todo mientras yo registro el coche -Clemente miraba el cuerpo tendido sin saber bien que pasaba en realidad- ¡Eh viejo... despierta..! necesito que me ayudes con esto, toma la navaja y no te preocupes que esta desmayado.
La cosa pintaba bien. Por las calles nada se movía y de la luna solo una mediana luz cómplice seguía a Diego en su camino hasta el coche estacionado. Quito la alarma y empezó a sacar algunas cosas de valor, cosas electrónicas que hace tiempo dejo de conocerlas pero que no olvidaba su valor en un mundo tan superficial.
Acabo con la cabina y siguió con la cajuela <Rosbif y puré de papas...carne y miedo...> vacío todo, tanto que apenas podía sostener el botín entre los brazos.
La luna seguía en lo alto, brillando y anunciando suerte a cada paso de Diego en la fría madrugada en medio de una calle vacía y húmeda por el frío del asfalto.
Avanzaba y tras miradas por el hombro no veía la hora de estar en su apacible cloaca alejado de este mundo de porquería < un poco...solo eso > entro por el callejón, Clemente estaba en lo suyo y parecía haber entendido las oportunidades que a veces da la vida. Movía los brazos rápidamente sentado a lado de aquel sujeto tendido a la clara luz de luna. A lo lejos Diego lo miro sin poder evitar soltar una sonrisa. < Toneladas de miedo...> Al irse acercando le pareció que en aquella escena algo no iba del todo bien...no...definitivamente no estaba bien... una mancha oscura encima de aquel sujeto y que le bajaba por el inmenso abdomen para quedar derramada por el piso lo hizo ir acercándose pero disminuyendo el paso. A escasos centímetros del lugar, Diego dejo caer los brazos hacia los costados y ni el ruido de las cosas estrellándose contra el suelo de aquel callejón lo hizo quitar la vista de aquella escena...en ese momento su cuerpo era como un pedazo de tronco clavado en el Gólgota.
  • ¡¡¡ MIRA DIEGO... AMIGO... MIRA CUANTA CARNE Y CUANTA MIERDA SOMOS POR DENTRO!!!
Clemente sonreía y balbuceaba alegre mientras escarbaba con sus dos manos dentro del agujero sanguinolento de aquel enorme abdomen sacando y exprimiendo tripas...la sangre hacia un bizarro contraste al reventar contra aquella blanca camisa de algodón. Diego desde su sitio de incertidumbre y sin poder mover aun los miembros, solo se le escapo la lógica pregunta entre saliva:
  • ...¿QUE...HAS...HECHO?
  • Tenias toda la razón amigo...SOLO SOMOS CARNE CRUDA Y MIERDA... - decía Clemente mientras continuaba sacando todos aquellos pedazos que escurrían sangre en aquella oscuridad – ... solo carne cruda y miedo...
Los ojos de aquel tipo en el suelo miraban detenidamente hacia la oscuridad del cielo, tenia los brazos abiertos y una extraña expresión en el rostro como si antes de morir alguien le hubiera susurrado un preciado secreto al oído.
  • ¡JA... Mira toda esta porquería Diego! - Clemente se ponía en pie y estiraba los puños repletos de trozos de carne ESCURRIENDO sangre - algo podremos hacer con todo esto...
  • ¡NO TE ME ACERQUES HIJO DE PUTA!!!!!!.....
Clemente paro en seco confundido y al ver el rostro de Diego dejo de sonreír y como regresando de un lejano sueño empezó a ver hacia todos lados para descubrir un cuerpo mutilado y sus manos teñidas de sangre. Arrojo con asco y miedo los pedazos flácidos y colgantes de sus manos y con terror comenzó a llorar de rodillas tratando de limpiar sus manos en su ropa.
  • ¡Mierda!.. amigo... no se que paso...lo juro – lloraba mirando a Diego tratando de no gritar - ¿Que hice?..yo no quería Diego, NO SE QUE PASO!!! - se arrastraba como condenado a muerte y se disculpaba de manera apenas audible – no se que paso...es esta mierda dentro de mi cabeza Diego... no fui yo... no fui yo...
Diego saliendo de su letargo tomo rápidamente la navaja que yacía aun lado del cuerpo, la sangre aun se sentía tibia en su empuñadura. Se planto a los pies de Clemente mirándolo revolcarse y llorando.
- Diego...Diego...¿que ha pasado conmigo?...¿acaso existe para mi un infierno mas grande que esta MIERDA?... Por favor amigo...páralo ya, haz que se detengan... esta cabeza me esta MATANDO... y no entiendo...NO ENTIENDO NADA!!!!
Diego lo miro un instante mas, el tampoco entendía mucho, el terror lo tenia crispado pero en algo estaba de acuerdo con Clemente...¿acaso existe algo peor que los infiernos personales? Guardo la hoja de la navaja y la metió en su bolsillo. Hecho una ultima ojeada al cuerpo sacrificado a la luna y tratando de guardar la calma soltó a Clemente:
  • ¡Rápido...tenemos que largarnos de aquí...!

La oscuridad aun dejaba sentir su velo helado y a la luz de la vela Diego recostado desde su húmedo colchón miraba a Clemente, tan diminuto, tan viejo y arrugado que no entendía como había sucedido todo aquello. Nada se había hablado de regreso, solo sollozos por parte de Clemente y ahora dormía de manera plácida sin reflejar demencia ni remordimiento. Él que nunca conseguía cerrar los ojos y mantenerlos así por más de 10 minutos sin despertar de un salto cagado de terror, ahora parecía un cuerpo muerto a no ser por los suaves ronquidos. - Tal vez la razón por fin lo abandono – pensaba Diego empuñando por reflejo la navaja aun con sangre seca y a la expectativa de los ruidos ajenos que por primera vez percibía, haciéndole retumbar con eco en sus nervios para después ir meciendo sus ojos sobre cada cosa en esa mediana oscuridad...en ese pestilente hoyo de alcantarilla...
< Toneladas de carne envueltas en toneladas de miedo...>
A la pálida y amarillenta luz de aquella vela las cosas parecían saltar o moverse de manera peculiar y las alargadas sombras danzando como pequeños demonios le hacían recordar aquel gran horno (inmenso para el) en aquellos años de su niñez en que de la mano de su madre paseaba todos los días y detrás de uno elegantes baños públicos se miraba al fondo la gran llamarada de la caldera saliendo de sus pequeñas puertas con barrotes de acero, y su ruido ensordecedor en donde la fantasía de un niño agregaba lamentos y gritos desgarradores después de que su madre le confesara que de ese modo y mil veces peor era el infierno.

Diego creyó ver en la paz que reflejaba el rostro de Clemente una ligera sonrisa...y por primera vez comprobó la locura de las largas noches de insomnio.




FMS


DE AQUI PARA ALLA



Levanto la cabeza de la mesa, el dolor y el cansancio me recuerdan por momentos que debe ser de madrugada, el olor a alcohol y cigarro me hacen ver de manera diferente las cosas y sin importar las consecuencias que esto tenga vuelvo a dejar mi alma en el fondo del vaso.
El ambiente está cayendo, las parejas bailan de manera hipnótica casi en cámara lenta, dejando que sus cuerpos tengan el control de ellos mismos, van de aquí para allá, de aquí para allá sin ritmo y sin que a nadie le importe que hace unas horas ellos eran los hombres, jefes de esto dueños de aquello, presumiendo que de sus manos y decisiones dependía el futuro de otros hombres por supuesto mucho menos mas grandes que ellos, van de aquí para allá, de aquí para allá como caricaturas de ellos mismos, riendo sin risa, con esos ojos rojos y caras abotargadas que te dejan ver por un momento lo que están esperando. Son parte de este momento y aunque yo también formo parte de ellos, en realidad no lo soy.

  • ¡Todos estamos muertos! ¿Te has puesto a pensar que cada uno de nosotros ha muerto y esto que estamos pasando es en realidad parte de nuestro infierno personal?

Pregunto a mi mujer que por la siguiente copa me pertenece y dejando escapar una risilla estúpida, con los ojos muy abiertos, entre humo de cigarro y saliva me contesta:

  • ¡Que tonterías dices cariño! ¡Creo que ya estás muy borracho!

Yo sonrío dándome cuenta que estoy sonriéndole a un muerto, ella se disculpa diciendo que va al tocador y la dejo ir sabiendo que no regresará. Va de aquí para allá, tocando a los demás, tratando de obtener un poco de vida de alguno de ellos, va de aquí para allá echando miradas por el hombro, caminando y carcajeando, mostrándose como señuelo.

Agustín regresa del baño subiéndose la bragueta a medio camino, con la copa en su mano camina esquivando parejas y meseros.

  • Esa hija de su reputa madre quería que le diera los cien pesos solo por haberle agarrado el culo.
  • Se los prometiste, se los hubieras dado -dije yo-.
  • ¡Estás pendejo!, ¿Cien pesos por agarrarle su asqueroso culo?
  • Tú se lo propusiste.
  • Creo que no entiendes, ¡ES UNA PUTA!.
  • Órale.

Agustín era un ser lo bastante grotesco como para no tenerlo cerca, siempre he sido un ser morboso y grotesco así que no me importo estar hundido en esa olla de decadencia con su finísima compañía sin siquiera conocerlo, después de todo uno siempre acaba decepcionado de conocer a una persona...
A cualquier persona.

Las parejas seguían bailando sin darse cuenta, la banda tocaba las mismas notas una y otra vez, Agustín miraba los traseros de las putas agarrándose el bulto de la entrepierna y frente a nosotros como la muerte misma, una mujer inmensa vestida de negro con las piernas cruzadas, esas piernas enormes saliendo de aquella diminuta minifalda y aquel cabello lacio negro opaco mirando a las personas pasar de aquí para allá sin que nadie la mirara, aunque a ella parecía no importarle demasiado, ella sentada con la propiedad de un animal que espera la presa. La imagine con una enorme guadaña y me gustó.

Su mirada de pronto se cruzo con la mía, yo trate de ignorarla pues si bien me había gustado su concepto de muerte no me atraían las mujeres gordas, aunque en aquel momento no sentía atracción por ninguna mujer, solo buscaba un camino corto para salir de este rollo, una mujer puede hacerlo pero tarda un tiempo.

Agustín ya la había visto, para el algo que tuviera senos era siempre algo que se podía fornicar.

  • ¡Mira guey! Esa vieja esta que se quema, esta re-pinche pero se ve que es bien puta.
  • No me gusta y no tengo ni un quinto.

El me miro de forma extraña y haciendo una mueca me dijo:

  • ¡No mames! No eres ni bonito ni famoso como para ponerte exigente, y yo traigo la lana.
Encendió un cigarro como pudo y dijo sonriendo:

  • ¡No vayas a salir puto cabrón! ¡Porque esos si que no se van al cielo je-je!

Era conocido por todos el gusto de Agustín por los transexuales, pero preferí no mencionarlo.

  • Al cielo, je-je.-dije yo-.
  • Pensándolo bien no te he conocido ninguna vieja, ni nadie de la fabrica te ha visto con una, es mas, ¿Dónde esta la puta que te deje?
  • Se fue.
  • ¿Cómo que se fue?... ¿y la dejaste ir así nada mas? ¡las aburres con tus pendejadas!
  • No me llevaba el hilo.
  • ¿Cuál hilo?
  • El hilo de la conversación cuando dos personas habl...
  • ¡No mames y llama a esa puta!

Agustín estaba lo bastante tomado como para llamar a la muerte así que de mala gana le hice una seña y ella se levanto de su lugar acomodándose la mini, se movía de manera exagerada y en el camino yo esperaba cualquier cosa menos a ella.

Tomo asiento entre Agustín y yo, y haciendo su cabello negro opaco hacia atrás nos saludo con un beso en la mejilla como si nos conociéramos desde algún bautizo, su mejilla en la mía me dio la sensación de haberme embarrado una pasta fría, quise limpiarme su maquillaje de la cara pero aun al final del camino uno debe seguir siendo un caballero.

Agustín la miraba de forma estúpida como si mirara algún partido de fútbol.

  • ¿Como les va la noche chicos? Yo soy Sheyla.
  • Te vamos a coger los dos por el culo y seguro tendrás lugar para mas -le dijo Agustín a Sheyla mientras le chupaba una oreja-
  • Ja, ja, ja,-rió Sheyla.
  • ¡Yo paso! no tengo ni un quinto.
  • Claro cariño pueden hacer lo que quieran, soy bastante para cualquier hombre, además no me van a matar ¿verdad? pero serian 500 por los dos.
  • Bien pero te encueras toda y de una vez te digo, yo no uso condón! -dijo Agustín-
  • ¡Yo no tengo ni un maldito centavo!- dije entre cerrando los ojos.

Sheyla aspirando un poco de polvo de un pedazo de papel le dijo a Agustín:

  • Como tu quieras, soy universal y si no te hace falta el condón a ti a mi menos, pero pide otros tragos mi rey que ya esta empezando el frió, yo vivo aquí cerquita a 5 cuadras así que no te preocupes que vamos a acabar los tres bien enredados, me estaba reservando para ustedes.
  • ¡Quiero que me la chupes hasta que me la dejes vacía mi Reina!
  • ¡Yo no tengo ni un MALDITO QUINTO¡
  • ¡ME LLEVA LA CHINGADA CONTIGO CABRÓN! -grito Agustín- Ya te dije que yo mantengo jodidos.
  • Deberías agradecer tener amigos como este –dijo ella sonriendo-
  • Ya.

Seguimos bebiendo otras dos rondas, Agustín abrazaba a Sheyla y le platicaba entrecortado la forma en que el había burlado a la policía, escapando con una buena ración de cocaína para su negocio, ella lo escuchaba atenta fingiendo el mismo interés que yo ponía en sus platicas, yo bebía y pensaba la forma de escaparme de esta.

La gente seguía caminando ahora sin música y sin motivo, caminaba de aquí para allá sin encontrar lo que buscaba, de aquí para allá y yo esperando el siguiente movimiento.

Agustín saco un billete de 100 de su abultada cartera metiéndolo en el escote de Sheyla y ella con una sonrisa lo beso como en una vieja película de Arturo de Córdoba, el beso duro bastante, supongo que ese era un beso de los que valían 100 pesos. Cuando el acto terminó Agustín fue directo a reposar su cabeza en su brazo y su brazo directo a la mesa, no se si serían las botellas o ese beso de 100 pesos, pero Agustín quedó profundamente dormido, y yo lo agradecí sin palabras.

Sheyla volteo a mirarme con una sonrisa triunfante.

  • ¡Yo no tengo ni un quinto! -Le solté con mi sonrisa borracha-

Ella volvió a reír y tomando la cartera de la mano de Agustín saco un montón de billetes, me miro por un momento y metiendo los dedos entre sus enormes tetas tomo los 100 pesos que le había guardado Agustín y me los dio.

  • Ahora tienes 100!
  • ¡Gracias... pero la cuenta no se ha pagado!
  • Pues te recomiendo que te largues, ya van a cerrar y yo me tengo que ir a trabajar
  • ¿Y Agustín? -pregunte esperando podérmelo llevar-
  • ¡No te apures que lo voy a dejar bien cuidado! hizo una seña con el índice a un hombre gordo con cadenas de oro en el cuello y barba de candado, y este afirmó con la cabeza.
  • ¡Espero verte pronto por aquí! -dijo Sheyla mientras se ponía su abrigo-
  • ¡No creo! Adiós.

Sheyla guardo su botín en una bolsa negra de mano y salio deprisa por una pequeña puerta, yo empecé a dirigirme a la salida pensando que Agustín todavía tenía un reloj y cadenas para pagar la cuenta, eche una mirada atrás y el tipo gordo lo llevaba cargando. Bueno -pensé- tal vez ya no podría pagar la cuenta, eso si era mala suerte.
Avance con mis pasos borrachos entre la gente, íbamos de aquí para allá mareados y con prisa, de aquí para allá como seres que mueren con el sol y un hombre por el altavoz nos agradecía por compartir la noche con ellos.

El sol era de color cobre asomando por las orillas de las azoteas, era como despertar en medio de un desierto repleto de personas que buscaban algún refugio, todas las mujeres corrían, algunas a sus trabajos de afanadoras, otras a ver a sus hijos y tal vez alguna a tomar un baño y llorar. supuse que así acababan todos las noches para ellos así que empecé a caminar sin dirección, tenía a dónde llegar, una casa, una mujer, hijos, pero no me importaba estar allí, estaba cansado y con sueño, cada paso se me revelaba y el sentimiento de agobio y vacío seguía en mi. Camine largo rato por lugares que me parecían oscuros a pesar de toda esa luz, la gente me miraba y se hacia a un lado, ellos esperaban que sacara alguna navaja del bolsillo de la gabardina y yo sonreía esperando que ellos hicieran lo mismo.

Mis pies adormecidos se detuvieron en el zaguán de alguna casa adornada con pequeños árboles verdes de diferentes formas, me pareció un lugar bastante agradable y me senté, la gente seguía pasando ahora sin tomarme en cuenta, señoras en batas que iban por los alimentos para el desayuno, niños que iban apurados a la escuela, hombres que se dirigían a trabajar y yo sentado en una banqueta pensando que en una hora tenia que entrar a mi trabajo. Mis pensamientos iban de aquí para allá, de aquí para allá enredados con pedazos de una melodía de Mangione y un hombre pasa, tal vez drogado, me mira de una manera extraña y me dice:

  • ¡Vete a las canchas a jugar! allá están todos con los balones.

Trato de sonreír y le contesto que en un momento estaré por allá, lo veo alejarse a toda prisa y vuelvo a Mangione tratando de olvidar los tragos, las putas, los hombres de cara abotargada, a Agustín, a Sheyla y a mi, busco sin encontrar un cigarro y me conformo con recargar la cabeza en la pared, mi mano aprieta un billete de 100 pesos dentro de mi bolsa, el sol me da de lleno en la cara, es un sol que no quema, que alumbra y reconforta y por alguna razón empiezo a recordar...

Empiezo a recordar mi niñez...

Empiezo a recordar mi niñez y a mi madre...

Cierro los ojos.



FMS